No se puede insistir suficientemente en el hecho de que la eficiencia energética es solamente “un esfuerzo más para ahorrar energía” en el gran conjunto de medidas enfocadas a la protección del medio ambiente: es la única forma de utilizar adecuadamente los recursos energéticos que precisa nuestra sociedad para funcionar sin agotar al planeta.
Aún si todos los países del mundo cambiaran su forma de producir energía y tomaran la decisión de hacer el viraje completo a las energías limpias, si no se hiciera el esfuerzo colateral de usar con eficacia los recursos, igualmente habría una generación de residuos y demanda de materiales que reduciría el impacto positivo de estas medidas.
Esta importancia tan significativa de la eficiencia energética se traduce en la práctica en distintas formas muy tangibles, de las cuales los que más se abordan en textos académicos, gubernamentales y ejecutivos son su impacto ambiental y el ahorro en facturas que implica. Estos dos beneficios se traducen y protagonizan una serie de medidas administrativas tales como el certificado de eficiencia energética que buscan promover el uso adecuado de la energía a toda escala.
Pero estas no son las únicas ventajas que tiene la eficiencia energética. Existen otras ramificaciones que se derivan en consecuencias positivas de esta idea básica de aprovechar hasta el último electrón de energía producida en la mejor forma posible. Revisemos algunas de ellas.
Si bien la macroeconomía como parte de la ciencia económica ha acumulado análisis y datos muy interesantes para reflexionar sobre la realidad económica a escala global, el impacto positivo de la eficiencia energética en la ciencia económica aún está siendo adecuadamente analizado y, sobre todo, medido. Las mejoras en eficiencia energética aportan beneficios en toda la economía, con impactos directos e indirectos en la actividad económica (medida en el famoso PIB, producto interno bruto) la tasa de empleo, la balanza comercial y los precios energéticos.
En general, un análisis conciso de los cambios en el PIB debidos a la aplicación de políticas de gran escala enfocadas a la eficiencia energética muestra un impacto netamente positivo de entorno al 1% anual. En cuanto a la creación de empleos, también parece haber una interacción positiva entre las dos variables.
Tampoco se trata de echar las campanas al vuelo y decir que la economía mejora sólo y únicamente gracias a la implementación de políticas de eficiencia energética, pues esta interacción tiene mucho que ver con la estructura económica de cada país y en el diseño y escala de dichas políticas. Pero es verdad que hay una influencia positiva que conjugada con otras políticas estructurales puede arrojar resultados interesantes a largo plazo.
Ya sea por una reducción en los egresos gubernamentales en energía o debido a la generación de un ingreso mayor de recolección fiscal debida a una mayor actividad económica, o incluso debido a la producción de bienes y servicios relacionados a la propia eficiencia energética, es una realidad que la eficiencia energética puede tener un impacto importante en el diseño del presupuesto público a escala nacional y comunitaria. Un impacto realmente significativo es la reducción del gasto en acondicionamiento de aire y calefacción e iluminación, línea presupuestaria que había ido aumentando drásticamente junto con los precios de los energéticos. Otro impacto positivo viene de la disminución en el presupuesto destinado al seguro del paro cuando el desempleo disminuye gracias a la creación de fuentes de empleo derivadas del sector de la eficiencia energética. Podemos ver entonces que estos impactos en el presupuesto público están íntimamente relacionados con el alcance macroeconómico de la variable “eficiencia energética”.
A pesar de que normalmente los gobiernos invierten tiempo y recursos en analizar los costos y beneficios de determinadas políticas en el presupuesto público, no se ha llegado a una medición certera del impacto positivo de la eficiencia energética en este rubro. Poco a poco desde el sector académico se realizan mayores estudios que muestran que además de los dos rubros ya mencionados, otra forma en que el presupuesto público puede impactarse positivamente es mediante el ahorro acumulativo a largo plazo de gastar menos en el subsidio a la producción y el propio consumo de la energía.
La eficiencia energética tiene una relación muy cercana con el sector de la construcción, creando condiciones que permiten un mayor bienestar e incluso mejores condiciones de salud para los habitantes de casas y apartamentos. Ello se nota de forma más clara en grupos vulnerables como por ejemplo niños pequeños, adultos mayores y personas con enfermedades preexistentes. Los beneficios potenciales incluyen una mejora en condiciones de salud con síntomas reducidos en enfermedades respiratorias y cardiovasculares, reumatismo, artritis y alergias, así como un riesgo menor de heridas y accidentes domésticos. Hay estudios que cuantifican estas ventajas como representando el 75% del ahorro derivado de la eficiencia energética. Incluso se considera una mejora en la salud mental, manifestada en una disminución del estrés y la angustia relacionada con la posibilidad de una penuria energética, sobre todo en la era de la conectividad.
La mejora en la calidad del aire al interior de las casas y apartamentos, aunado a lo antes descrito, puede llegar a representar, a escala miles de millones en términos de salud pública.
La industria generalmente ve la energía como un costo operacional, por lo tanto, los ahorros en energía se perciben como beneficios incidentales de otras inversiones y no como algo que genere un valor per se. Aun así, las medidas encaminadas a la eficiencia energética en una escala industrial se traducen en beneficios claros adicionales a los ahorros directos en energía, tales como la mejora en la competitividad, el margen de ganancia, la producción y la calidad de los productos, además de una mejora en el ambiente de trabajo que también reduce los costos de operación y mantenimiento, y de un mayor compromiso ambiental. La idea de los beneficios múltiples de la eficiencia energética en el ámbito industrial puede ayudar a alinear la eficiencia energética con las prioridades netas de cada industria, fortaleciendo el negocio y la posibilidad de inversión. El valor de los beneficios derivados de la mejora en la productividad y el funcionamiento operacional gracias a estrategias de eficiencia energética pueden ser mucho más cuantiosos que el simple ahorro en la factura de energía.
Este beneficio es interesante inclusive para las empresas distribuidoras de la energía. El impacto positivo más directo es el menor costo en la generación, transmisión y distribución de la energía, una confianza mayor en el sistema de distribución, una menor volatilidad de los precios en el mercado y la menor necesidad de actualizaciones costosas del sistema. Los proveedores también pueden beneficiarse indirectamente a través de los beneficios derivados de lo accesible que se vuelve la propia energía para los consumidores, lo que implica menores costos administrativos.
No es sencillo contabilizar este tipo de beneficios, pero diversas empresas del sector empiezan a notar cómo dentro de su red de funcionamiento, la implementación de la eficiencia energética se traduce lentamente en beneficios tanto para proveedores como para la calidad del servicio que ofrecen a los consumidores.
Estas ventajas no son iguales en todas latitudes. Los países como España que forman parte de la Unión Europea, tienen un cierto nivel de desarrollo y por ende los beneficios macroeconómicos de la eficiencia energética se relacionan con estos indicadores macroeconómicos. En los países en desarrollo, en los cuales la noción de eficiencia energética aún no está tan desarrollada y en los que no existen procedimientos administrativos como el certificado de eficiencia energética, también hay beneficios derivados de la implementación de políticas enfocadas a la eficiencia energética.
Algunas de estas ventajas son:
La eficiencia energética motiva la innovación de parte de los líderes de la industria que, motivados por las políticas enfocadas a la eficiencia, hacen avances sorprendentes. Por ejemplo, cuando en el año de 2012 empezó a exigirse que los focos fuesen al menos 25% más eficientes que los tradicionales e incandescentes, nacieron muchísimas formas nuevas de iluminación, desde las lámparas LED a las CFL, podemos ver cómo la innovación ha sido fructífera y ha diversificado la industria y las soluciones a los problemas humanos.
Son pocos los países que cuentan con los recursos energéticos (sobre todo hidrocarburos derivados del petróleo) y la tecnología para satisfacer de forma autóctona sus necesidades energéticas. Ello genera una dependencia que se suele complicar con la geopolítica que rodea a los recursos energéticos, la volatilidad del mercado y otras variables.
El uso eficiente de la energía aporta una independencia a largo plazo que solidifica la construcción de una base energética para las generaciones futuras.
Nuevamente cabe recordar las dos ventajas principales del uso eficiente de la energía en el hogar: ahorro en las facturas y una mayor responsabilidad en el uso de los recursos naturales. Entendiendo la eficiencia energética como el radio entre la energía consumida y los servicios que se obtienen de ese uso, podemos ver que es lógico que el uso mejor diseñado de la energía que llega a nuestro hogar colabora en el panorama mayor de ahorro y conservación de los recursos energéticos.
Pero también es verdad que, a escala doméstica, dentro de las paredes de nuestro hogar hay ventajas claras.
Una de ellas es el poder respirar aire más saludable, limpio y fresco. Los seres vivos y electrodomésticos generan humedad que permanece dentro de nuestro hogar y enrarecen el aire. El hecho de poder controlar el flujo del aire con una ventilación mecánica obliga a que el aire se renueve periódicamente de acuerdo con los estándares europeos de construcción. El aire fresco se calienta usando menos energía que el aire enrarecido que ha permanecido en el interior. Una casa bien ventilada y eficiente energéticamente, es una casa más saludable.
También gracias a la eficiencia energética, hay menos problemas de hongos y manchas de humedad. Parte de las políticas que incluyen la certificación energética se enfocan a buscar el balance entre minimizar las fugas de aire y asegurar la ventilación adecuada. Es una forma nueva y diferente de entender una casa: cada casa es un sistema integral. Esta visión permite prevenir problemas como las manchas de humedad y hongos en el hogar.
Estas ventajas se traducen en un aumento del valor de una posible reventa de nuestro hogar. Los edificios eficientes energéticamente duran más, son más fáciles de cuidar y darles mantenimiento y ello implica que se valorizan. La etiqueta energética dice mucho y es por ello que representa no sólo un requisito, sino un valor adicional cuando una casa o apartamento sale a la venta.
Publicado por; Certificado de Eficiencia Energética
La eficiencia energética se define como el uso eficiente de la energía, es decir, las acciones y prácticas que permiten “hacer más con menos”, energía en este caso.
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